La colecta de huesos silvestres
Esta es una de mis colecciones más preciadas. Nació entre 2017 y 2018, después de entrar en un sitio eriazo en Puerto Aldea, cerca de un recinto de los milicos. La arena dejó entrever un hueso, una articulación perfectamente cortada. Y algo llamó mi atención, porque lo tomé y lo llevé al campamento. Ese día se cimentó la obsesión con la muerte, en mis ideas, natural.
Esta es la zona donde he recolectado la mayoría de ellos, el borde costero de las regiones de Coquimbo y Atacama. Al menos uno fue recolectado de una ex oficina salitrera (región de Antofagasta), pero mientras uno se las da de arqueólogo, te das cuenta que muchos de esos huesos...no deberían estar ahí. Así fue como aprendí que los cuerpos calcinados se deshacen al intentar tomarlos. Porque el sol del desierto no quema hasta dejar restos carbonizados. Además que estas ruinas son lugares desolados, lejos de las ciudades y de todo tipo de servicios, perfectos para dejar o esconder un crimen. En resumen, no quise arriesgar la chance de salir con lo que fue una persona entre mis manos. Incluso para ser edgy se tiene límites, porque nadie que llegue a parar ahí tuvo una muerte natural.
Entonces me concentré exclusivamente en este borde costero señalado, el cual es abundante en fauna y en sitios eriazos, dispuestos para la naturaleza. La idea era recolectar los huesos de muertes que parecieran naturales, sin intervención humana. La mayoría los tengo sin identificar.
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Este puede ser un pingüino o un cormorán, ya que fue cerca de la reserva pingüino de Humboldt
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Esta es la mandíbula de una oveja. Nótese los dientes cuadrados.
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